Allá por el año 1943, la historia cuartetera latía en la mano izquierda de una mujer. Como una araña saltarina, sobre las teclas del piano, Leonor Marzano marcaba el ritmo que después haría bailar a todos.
Su padre, Augusto Marzano fue quién armó el grupo, llamandolo Cuarteto característico Leo, como le decían a ella, su hija. Tinglados con piso de tierra y rodeados con bolsas de arpilera fueron los primeros escenarios donde esta música sonaba. A finales de los años sesenta ya se imponía este ritmo y aparecían nuevos grupos.
Con la ayuda de los medios el fenómeno del cuarteto no solo se hizo masivo y trascendió las fronteras cordobesas, sino que a través de las presentaciones de los distintos grupos en cientos de localidades se fueron gestando las vivencias de un tipo de folklore que sobrepasaría los límites de lo musical. Ninguna otra música tenía su forma de bailar ni su mismo público.
Su ritual era único y con ligeras variantes, incluía la institución del choripan a la entrada del baile, el vino tinto generoso, la entrada barata, policías celosos del orden, las mesas dispuestas alrededor de la pista del club y toda la multitud de parejas girando en un solo circulo con sentido contrario a las agujas del reloj, que no dejaban de saltar hasta marcar el amanecer.
Bandera e insignia de nuestra provincia mediterránea, la música de cuartetos comienza así y a lo largo de todo este tiempo pasaron innumerables artistas, entre grupos y solistas.
Este es un homenaje a todos ellos...